viernes, 20 de mayo de 2011

Jotunheim


El gélido viento del norte que llegaba a las laderas en la montaña de Jotunheim,apenas permitía respirar con normalidad. Era una zona escarpada y peligrosa con extrañas cuevas donde los ecos de los gritos de sus gigantes aún retumbaban en la nieve.

Takhisis alzó la mirada. El vasto Imperio Vrykul que se extendía a su alrededor no parecía especialmente amistoso. Sus cabañas construidas en la propia montaña, esculpidas en la roca y fundidas en sus laderas con la forma de descomunales cabezas de dragón, incitaban a andarse con mucho cuidado por aquellas tierras.

Lentamente, la bruja se desplazó hacia uno de los recovecos que había formado la nieve en las piedras y formuló un hechizo invocando a un elemental del vacio: Hukgore. El elemental la había acompañado siempre en sus incursiones más peligrosas y aunque sabía que no podía confiar en él, aquel ser del abismo le pertenecía y como propiedad no era más que un esclavo de su ama Warlock.

Después de convocar a los poderes de la oscuridad creando una piedra de alma, la cual la permitía desafíar a la propia muerte y resucitar de entre los cadáveres, Takhisis se puso en marcha hacia uno de los lagos cercanos al poblado Njorndar. Allí crecían las más preciosas Espinas de hielo y los más delicados Jacintos de nieve, perfectos para algunas de sus pociones de alquimia. Aunque lo que la Warlock buscaba en aquellas aguas era algo muy distinto.

"Aquel que beba de las aguas del lago de la caverna de Jotuheim, no conocerá el tiempo pues la inmortalidad de los Aesir penetrará en su alma"
Takhisis recordaba aquellas palabras escritas en el libro de la nigromante Roderasha. ¿Otro de los secretos de la inmortalidad fraudulentos? se preguntó la Warlock. Había recorrido los lugares más inóspitos de Azeroth, en Kalimdor, los Reinos del Este e incluso en Terrallende buscando aquellos secretos perdidos en ese libro de hechizos. Todo resultaron ser falsos. Sin embargo, Rasganorte, el frío continente septentrional era diferente. El reino de Arthas y de los antiguos Dioses Aesir era la magia en estado puro.

-¿Quién penetra en los dominios de la oscuridad? – la voz del gigante era como un seísmo que conmovía hasta los cimientos de la propia montaña. – Dios o Gigante, Hombre, Enano o Elfo, nadie ha salido vivo nunca de los oscuros túneles de Jotunheim.-

Takhisis no se dejó atemorizar por el eco amenazador que poseía la voz de aquel ser de la profundidad de la caverna. Permaneció en silencio.

Sigilosamente la bruja acompañada de su elemental azul del vacio,penetró en la noche de la caverna, iluminada sólo con antorchas de fuego en las paredes.

-La muerte es tan sólo un precio por tu arrogancia- exclamo Takhisis cuando estuvo frente al gigante.
-El otro precio será la humillación.-
-Tú, bastarda humana. Pagarás caro esta insolencia. Ni en las estancias de Valhalla recordarán tu nombre.-

Duante la lucha encarnizada, el dolor y el sufrimiento marcaban el paso del tiempo que la bruja y el gigante permanecerieron luchando en la caverna. Cuando el gigante estaba moribundo y su humillación había quedado patente en los muros de la cueva de Jotunheim, el lamentable ser imploró, no por su vida, sino por su muerte.
- Acaba conmigo, los Dioses me estarán esperando en las estancias sagradas de Valhalla. Mi nombre será recordado y moriré con honor.-

Takhisis esbozó una agria sonrisa, llena de cinismo.
-Tengo otros planes para tí.-
La warlock respiró hondo extendiendo su brazo y drenando el alma del gigante con un mortífero rayo violeta.
- Tu muerte será eterna-
La bruja había encerrado el alma del gigante en una piedra de cristal. Para siempre.